jueves, 22 de noviembre de 2007

La empresa Magnética (Fragmento ) Enrique Mariscal


En mi libro “La empresa magnética”, expreso que la mayor transformación que se puede vaticinar en el mundo empresario será generada por la revolución de los clientes. Enormes sectores de la población dirán no al maltrato, a la publicidad mentirosa, al producto vacío de calidad.
Las grandes organizaciones desaparecerán vertiginosamente ante el reclamo organizado, no por una campaña astutamente pensada en un escritorio, sino por la espontánea reacción multitudinaria de rechazo a lo que carece sencillamente de magnetismo, de atracción real. Las empresas y las personas que están atrás del dinero y eso es todo, una vez que lo consiguen no tienen nada. Los negocios y el desarrollo del potencial humano, tanto interno como externo, son una misma cosa; allí radica el secreto de las empresas que prevalecerán en esta alta turbulencia.
No existe fuerza social más poderosa que la opinión pública organizada. Las empresas están insertas en sociedades más amplias y responden necesariamente a todos sus movimientos de cambio.

Mansedumbre no es debilidad.

En 1476 en la villa de Fuenteovejuna, un pueblo escarnecido e injuriado por los caprichos de su comendador, transformó su mansedumbre en violencia.
Los serenos aldeanos, en rebelde clamor de justicia, aplicaron un escarmiento tal a la autoridad, que la reacción. anónima pasó a la historia universal con un solo protagonista: “… lo hizo Fuenteovejuna.”
El genio literario de Lope de Vega inmortalizó en 1619 este hecho en una obra fundamental del teatro español, sumamente conocida en el inconsciente de los pueblos, y lamentablemente olvidada en la gestión de los gobernantes.

En cierta oportunidad reivindicatoria, el pueblo vasco peticionó al rey con humildad y soberbia: “Nos, que somos más que vos, y que valemos tanto como vos, y que unidos valemos más que vos, te pedimos…”

También en la colonia del Río de la Plata en 1810, en una de esas mañanas lluviosas de mayo, los vecinos, demandantes y molestos, despertaron exigentes en busca de una nueva identidad: “El pueblo quiere saber de qué se trata.”

El filósofo inglés John Locke (1632-1704), padre del liberalismo moderno, fundamentó el derecho a rebelarse de todo individuo contra los abusos y arbitrariedades del poder absoluto. Muy especialmente si el soberano intenta violar los derechos inalienables, de defensa y de justicia. Estos son los límites y las bases que permiten promover la armonía social con las leyes custodias del beneficio común en libertad.

Las injusticias no se olvidan.

José Saramago ante los 60.000 asistentes al Foro Social Mundial realizado últimamente en Porto Alegre, clausuró el encuentro mundial con una historia campesina ocurrida hace unos 400 años, vigente actualmente en este mundo de la injusticia globalizada.
Cierta mañana la campana de la iglesia comenzó a tocar a muerte. Los labriegos abandonaron sus tareas en la campiña y se acercaron preocupados frente al altar para averiguar quien había fallecido. No había difunto alguno, pero alguien seguía llamando al duelo. Era un buen hombre del lugar, sumamente recatado, que convocaba urgentemente al pueblo, con dolor, para hacerle saber algo terrible, había sido ultrajada su confianza por una abusiva expropiación. Todos debían saber que el poderoso de la comarca había matado a la justicia.
El premio Nobel advertía a los participantes del Foro, que en muchos lugares del planeta, muy cerca de nosotros, todos los días, muere la justicia. Es fundamental que alguien haga saber a todos de la triste nueva.

Con el mismo sentido Ernesto Hemingway (1898-1961) nos recordaba, entre escenas de la guerra civil española, donde morían tanto mansos como violentos: “No preguntes por quien tañen las campanas...Lloran por ti”, conmovedora frase, que mucho antes, había acuñado el poeta metafísico inglés John Donne (1572-1631).
En nuestros días el cine testimonial muestra al famoso actor Michael Douglas, manso, transformado repentinamente, en la gran ciudad, en un asesino serial: “Día de furia.”
Los archivos de criminología están poblados de casuística sobre la bella y la bestia como partes internas de la personalidad. A cualquier manso lo puede sorprender una jornada colérica. Alberto Camus (1913-1960) tiene pasajes elocuentes sobre estos estados confusionales tanto en “El extranjero” como en “El hombre rebelde”.
También la literatura cristiana muestra a algunos violentos como Pablo, Pedro, o San Agustín transformarse en hombres de paz. Los pobladores de los monasterios que fundó Benito de Nursia eran asaltantes de caminos. Personajes rudos convocados por un líder espiritual que les proponía renacer a una nueva vida en “familia”.

En “La empresa magnética”, que ya agotó tres ediciones desde 1993, sostengo que no existe en la sociedad una fuerza de cambio superior a la opinión pública organizada. Es el cliente el que vende; es la población la que genera de “boca en boca” redes de confianza o de descrédito. El entusiasmo, como la alegría, se contagian.

El teórico revolucionario Johann Jacob Engel (l741-1802) decía “que las ideas se encienden unas a otras como chispas eléctricas”.De la misma manera, el odio, la violencia y la depresión, se propagan de una manera incontrolable.

El clima social.

Es importante señalar que los medios de “comunicación” masivos, son los que determinan, en gran medida, a la formación de estos fenómenos psicológicos de imantación. Son ellos quienes contribuyen a generar el “clima anímico” de una comunidad.

Estas influencias dosificadas y constantes de pantalla, radio y prensa, manejadas por tecnólogos venales, fabrican alternativamente aspiraciones y conductas, sumisas o coléricas, según convengan a los intereses estratégicos del poder material.

La ira es destructiva, aunque implica una descarga enorme de energías de frustración. Ello permite cierta liberación interna.
Después de la explosión de purificadora, los sujetos quedan sorprendidos de su escondido potencial; y también más livianos para soportar las consecuencias que provocó su pulsión desatada.
Es muy prudente recordar la recomendación evangélica: “Apacienta a mi rebaño”; aunque el trueno manifieste también el poder de Dios y anuncie la irritación divina: “llega la cólera contra la iniquidad (Job 36,29-33.)

La bella y la bestia.

Robert Louis Stevenson (1850-1894) fue un escritor inglés muy profundo y sumamente enfermo. Buscando un refugio climático para su tuberculosis viajó hasta la isla de Samoa, y allí se radicó anhelante de mejor salud. Vivió respetado y querido por los indígenas del lugar, donde sus restos descansan, a su pedido, en la cumbre de una montaña.
Se trata del famoso autor de la “La isla del tesoro” y de “El doctor Jekyll y Mr. Hide”, obra ésta donde expresa las dos realidades que habitan en el corazón del hombre, y las que, en transformaciones repentinas, hacen alternar, súbitamente, dos expresiones anímicas contradictorias: la personalidad apacible y bella, con la iracundia feroz de la bestia.

Existe un aspecto sombra en nuestra persona; hay un rostro visible y otro oculto. Donde está Venus, el amor, se esconde Marte, la guerra, y recíprocamente; donde vive la mansedumbre allí mismo mora la violencia.

Muchos individuos reposados, optan por la serenidad y manifiestan la paz, porque conocen profundamente los peligros de destrucción, latentes en su interioridad. Se alejan de toda manifestación combativa porque son temerosos de su propia violencia desenfrenada.

Gandhi santificó la política al combatir el atropello imperialista con el rostro beato, pero indeclinable, de la paz organizada.

Jesús mismo no vaciló ni en echar a latigazos a los mercaderes del templo, ni cuando dijo: “no vine aquí a traer la paz sino la guerra”, ni tampoco cuando ofreció a la humanidad: “mi paz os dejo, mi paz os doy.”

Purificar la memoria.

Stevenson solía decir:” mi memoria es magnífica para olvidar”.

Los maestros espirituales afirman que la memoria debe ser purificada para que nuestra vida no sea conducida por las cicatrices del pasado; por viejos engramas neuronales que actualizan, con mucho dolor, experiencias dolorosas.

Si tuviésemos la sabiduría de vivir el pasado como pasado, no perderíamos las potencialidades del presente. Ellas son inaugurales, sorpresivas, innovadoras.
Renaceríamos así, de instante en instante, en el “aquí y ahora”fugaz, que nos toca en suerte. Hasta olvidaríamos ofensas, humillaciones y ultrajes.

En cambio prisioneros del pasado, reeditamos, una y otra vez, los escarnios y las ofensas recibidas. La respuesta agazapada, a flor de piel, toma entonces la forma de reparación, venganza, rencor, impiedad hacia el agresor.
El pasado es una reconstrucción mental, nada objetiva, de lo que ocurrió en la realidad. Sin embargo la sabiduría popular dice: “una vez sola burlan al perro macho”, mientras otros, sumamente prácticos, recomiendan una medicina licuadora de todo posible arrebato pasional: “Casarás y amansarás.”
La presencias de estas dos realidades en una sola manifestación, la expresa el cante flamenco cuando señala la cara española y musulmana de una ciudad andaluza: “Tras su velo de sultana/ Córdoba suspira y llora/porque quisiera ser mora/sin dejar de ser cristiana.”

Pero los momentos de reflexión no se corresponden con los tiempos vitales de la reprobación. Nunca se han reunido a los perros a pedradas.

La empresa en contextos violentos.

Lo cierto es que los mansos a veces se cansan; tanto las personas individualmente como los pueblos. Es entonces cuando aparece el rostro escondido de la violencia, con todas sus formas y maltratos.

Las conductas reivindicatorias de una multitud escarnecida son incontenibles, lo mismo que las reacciones individuales sorpresivas. El sabio refranero español advierte al soberano injusto: “Una y no más señor San Blas”.

La diferencia que existe entre resarcir e indemnizar es la misma que hay entre perjuicio y daño. El perjuicio está en relación con los bienes materiales, porque su presencia puede arruinarnos económicamente. El daño está en relación con la vida porque sus consecuencias nos pueden llegar a matar.
Resarcir es indemnizar un perjuicio, mientras que indemnizar es resarcir un daño.
El ultraje es privado, vale como un insulto; la injuria, es pública, afecta notoriamente a nuestro honor, es un delito. Cuando los mansos se cansan de ultrajes y de injurias no alcanzan ni los resarcimientos ni las indemnizaciones. La anestesia anula el dolor, pero quedan las cicatrices en la piel y la memoria corporal conserva el grito contenido, no vociferado.
Indudablemente Argentina pide a gritos una nueva clase de dirigentes.

La empresa magnética.

Se trata de atraer, no de expulsar.
Un doble campo magnético opera en la empresa comprometida con la calidad:
Externo: clientes, usuarios, proveedores y público se sienten atraídos hacia la membrana expansiva de la organización.
Interno: el personal se orquesta en torno a decisiones de conducción dignas de defender y de concretar.
Una organización capaz de imantar tantas voluntades es una usina de confianza.
Sabe que el que vende es el cliente y que la marca no asegura por sí misma excelencia y cumplimiento.
La atracción libera energía positiva. Las diferencias se viven como aportes.
Las fuerzas expulsoras generan frustración, alejan.
En los ambientes de buen trato expresamos lo mejor de nosotros mismos, en ambientes hostiles y de hipercrítica negamos aportes, potencialmente valiosos, por temor.
Podemos olvidar muchas anécdotas laborales en años de trabajo, pero no cómo nos sentimos tratados el primer día en la empresa. Allí, se juega la pre-imagen de lo que sigue.
El magnetismo es una expresión clara de vitalidad empresaria.
La atracción no es un punto final de llegada. Es una actitud. Es la mejor forma de una empresa.
Es protagonismo excelente.
La atracción es un indicador visible de la calidad; no una moda o un gesto circense, propagandístico y fugaz.

¿En qué radica ese poder especial de personas, grupos e instituciones que las torna convocantes?

Son centros de entusiasmo. Entusiasmo significa énthus, Dios adentro.

Teoría de las 3 i.

En síntesis: es fundamental que los protagonistas de una empresa asuman el alcance social que implican las 3 i para lograr una empresa magnética:

Teoría de las 3i
Identidad
Integración
Innovación

Identidad. ¿Con qué nos identificamos? ¿Con qué nombre respondemos? ¿Cuál es nuestra identidad personal, familiar y empresaria?

En estos momentos de cambio acelerado, con traslados, desarraigos, compra, venta, división o desaparición de empresas, es fundamental una ubicación apropiada, tanto emocional y conceptual acerca de nuestro espacio y protagonismo laboral.

La pregunta por nuestra real identidad, por la trascendencia y destino espiritual de la condición humana, más allá del D.N.I o el A.D.N. compromete a cada individuo a búsquedas interiores intransferibles con su propia conciencia.
Indudablemente estas definiciones íntimas otorgan más claridad, compromiso, lealtad y energía a la específica identidad con la que solemos incorporamos a una empresa compartida.

El problema de la identidad se convierte luego en ¿quienes somos?, identificación responsable para asumir los desafíos específicos de una empresa magnética.

Integración. ¿Qué vínculos establezco con los otros?
La calidad de las interacciones individuales, grupales, intersectoriales, empresarias darán a cada empresa
efectivas posibilidades de atracción o de expulsión.
Una empresa magnética es una organización excelentemente integrada donde cada aporte potencia y se complementa, con el protagonismo de las demás partes implicadas. No hay tolerancia para disfuncionalidad alguna, por costosa e inútilmente conflictiva.
La integración contiene, fortalece y amplifica la acción de cada movimiento orquestado. No es una moda o un estado de ánimo pasajero, es una convicción asumida como objetivo y metodología de la visión productiva.
Un sujeto en conflictos con su propia energía, desintegrado, generará dificultades en el conjunto, o bien, será contenido saludablemente en el grupo armónico por la calidad de otros aportes.

Innovación. ¿Respondemos a lo nuevo con lo nuevo? La organización debe generar un clima creativo de producción pero eso sólo no alcanza.

Es necesario que las decisiones de conducción concreten en la realidad diaria las iniciativas validas. Esto es, se trata de conseguir que la empresa impregne todas sus acciones con los aportes superadores concebidos por su potencial creativo.
La empresa magnética no es bohemia. Se alimenta de sueños y de utopías, tan fuertes, que consigue plasmarlos en la realidad con servicios efectivos e inconfundibles.

El autor de este Fragmento de Libro es Enrique Mariscal

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