sábado, 13 de octubre de 2007

No pongas tus sucias manos sobre Mozart - Manuel Vicent y la tolerancia

CAPITULO: "CONCIERTO EN EL PABELLÓN"
"Aquí llegan los dioses, los héroes más salvajes de rock, el conjunto más bronco, formado por cinco australianos esquizofrénicos.
A partir de ahora lo que sucede en el escenario limita, por la parte inocente, con la epilepsia, y por la parte malvada, con la silla eléctrica.
Durante la hora y media que permanece la descarga puede suceder cualquier cosa dentro de esta olla expres. Nada importa nada a nadie, todo exceso es contemplado con naturalidad. Hay un punto de inocencia sensisitíva. Algunas parejas hacen el amor entre las patas de la caballería, jóvenes hermafroditas se abaten mutuamente en la cabalgada, y cada cual realiza el psicodrama de sus deseos inasequibles anegados por la violencia de la música. La danza orgiástica sigue, la carga erótica y energética se libera ante el resplandor de cinco monos rabiosos que se retuercen como ajusticiados por un cerebro electrónico entre chispas de cortocircuitos y haces de luz.
Así aúlla Occidente en el último tramo de su cultura. Estos alaridos de la heroína son la despedida de una civilización que se despeña por el acantilado, que se va definitivamente por el sumidero hacia la cloaca. Este espectáculo de autodestrucción, en el que los más débiles quedan atascados enseguida en la taza del retrete, posee una suerte de dulzura diabólica que ayuda a la eutanasia."


La mención de Mozart no debe ser ententida como una Indirecta constribución a los festejos morzartianos de 1991, sino como las referencia a un valor que, en el cuento de Vicent, fija los limite de la tolerancia de un padre dispuesto a soportar los habitos de sus hijos, no obstante la aversión que aquéllos provocaban en su sensibilidad de izquierdista moderado con residuos de herencia burguesa.En aras del libre deesarrollo de la personalidad y del dialogo abierto, toledo durante años que que se abatieran sobre las estanterías y manosearan sus libros con las uñas sucias, que se bebieran el whisky y que mearan sin tirar la cadena.

La alcoba de su hijas se (llenara)con una panda de amigos que traían una calaña bastante atroz. No era lo peor que pasaran por delante de sus narices y que no se dignaran saludarle, sino el olor a cabra que dejaban en la sala. Que se limpiaran las botas en la alfombra,

Todo esto estaba dispuesto a tolerar. Hasta que, el 14 de mayo de 1980, "su hija salió de la leonera con el pelo grasiento y los dedos amarillos de nicotina, cruzó la sala, se dirigió a la biblioteca con la pretensión de llevar a sus compiches la Sinfonía número 40 de Mozart". La tolerancia había llegado a su límite: "El padre ( ... ) saltó del sillón impulsado por un muelle y lanzó un grito estentóreo: ¡¡¡Mozart, no!!! iii No pongas tus sucias manos sobre Mozart
Vicent, Manuel (1983): No pongas tus sucias manos sobre Mozart, Editorial Debate, Madrid.


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