jueves, 11 de octubre de 2007

El cuerpo deshabitado RAFAEL ALBERTI


1
Yo te arrojé de mi cuerpo,
yo, con un carbón ardiendo.

?Vete.

Madrugada.
La luz, muerta en las esquinas
y en las casas.
Los hombres y las mujeres
ya no estaban.

?Vete.

Quedó mi cuerpo vacío,
negro saco, a la ventana.

Se fue.

Se fue, doblando las calles.
Mi cuerpo anduvo, sin nadie.


2
Que cuatro sombras malas
te sacaron en hombros,
muerta.

De mi corazón, muerta,
perforando tus ojos
largas puas de encono
y olvido.

De olvido,
sin posible retorno.
Muerta.

Y entraste tú de pie,
bella.
Entraste tú, y ahora,
por los cielos peores,
tendida,
fea,
sola.

Tú.

Sola entre cuatro sombras.
Muerta.


3
¿Quién sacude en mi almohada
reinados de yel y sangre,
cielos de azufre,
mares de vinagre?

¿Qué voz difunta los manda?
Contra mí, mundos enteros,
contra mí, dormido,
maniatado,
indefenso.

Nieblas de a pie y a caballo,
nieblas regidas
por humos que yo conozco
en mí enterrados,
van a borrarme.

Y se derrumban murallas,
los fuertes de las ciudades
que me velaban.

Y se derrumban las torres,
las empinadas
centinelas de mi sueño.

Y el viento,
la tierra,
la noche.


4
Tú. Yo. (Luna.) Al estanque.
Brazos verdes y sombras
te apretaban el talle.

Recuerdo. No recuerdo.
¡Ah, sí! Pasaba un traje
deshabitado, hueco,
cal muerta, entre los árboles.

Yo seguía… Dos voces
me dijeron que a nadie.


5
Dándose contra los quicios,
contra los árboles.

La luz no le ve, ni el viento,
ni los cristales.
Ya, ni los cristales.

No conoce las ciudades.
No las recuerda.
Va muerto.
Muerto, de pie, por las calles.

No le preguntéis. ¡Prendedle!
No, dejadle.

Sin ojos, sin voz, sin sombra.
Ya, sin sombra.
Invisible para el mundo,
para nadie.

RAFAEL ALBERTI

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