El mar estaba muy picado hacía varios días. La visibilidad era muy precaria. El capitán del enorme acorazado recomendó a su tripulación permanecer alerta. - Por favor informe inmediatamente cualquier novedad. -ordenó con seguridad el capitán a su segundo-. Tan pronto oscureció uno de los marinos anunció: - Atención, una luz está brillando hacia el norte. - ¿Se está moviendo o está quieta? -preguntó el capitán. - ¡Se está moviendo! -respondió el segundo. El capitán llamó al encargado de las señales y le dijo: - Avísele a esa embarcación que si sigue en esa dirección está en grave riesgo de estrellarse contra nosotros. Aconséjele que vire 20 grados hacia el este. Como no hubo respuesta y la luz seguía acercándose el capitán decidió encargarse personalmente de la situación. - Atención, atención. Habla el capitán de este gran acorazado. Le advertimos una vez más, cambie de curso o nos estrellaremos contra ustedes. - Háganlo ahora. -insistió el capitán con firmeza-. Entonces una voz tranquila y segura le respondió: - Aquí habla el marinero Pérez. Acorazado, cambie usted su rumbo 20 grados hacia el este. Al oír esto el capitán, ya salido de casillas y casi gritando, dijo: - Por última vez marinero. Este es un barco de guerra, vire inmediatamente 20 grados hacia el este. Y la respuesta que recibió fue: - Yo soy el faro. Usted es el que debe cambiar de curso. Patricia, a veces queremos que los demás cambien y hasta los amenazamos con estrellarnos. Es más fácil que tú cambies. Tú diriges tu barco. Ve a donde tú quieras y como todo buen capitán, sé flexible en la forma de construir los caminos. Escucha lo que los demás tengan que decir. Te puedes evitar una colisión. Feliz semana. P.D.: Sólo por hoy elige pensamientos y emociones positivas. Notarás la diferencia. Gracias !!!
jueves, 16 de agosto de 2007
Carta
Suscribirse a:
Enviar comentarios (Atom)
No hay comentarios:
Publicar un comentario